Reproducimos a continuación la traducción íntegra del comentario de la psiquiatra británica Joanna Moncrieff en relación a la publicación del último metaanálisis sobre la relación entre uso de antidepresivos y suicidio en adolescentes, en el que se demuestra que aquellos adolescentes que toman antidepresivos tienen el doble de probabilidades de cometer actos suicidas y violentos. Como siempre, las farmacéuticas, tan preocupadas por la salud de nuestros hijos. Os adjuntamos los enlaces a los distintos documentos.
Más evidencia de los efectos adversos de los antidepresivos y de por qué ha tardado tanto en confirmarse.
Por Joanna Moncrieff. 2 de Febrero de 2016
Cuando se planteó por primera vez por profesionales como David Healy que los Inhibidores Selectivos de Recaptación de Serotonina (SSRIs), podían inducir el suicidio reconozco que fui escéptica. No consideraba que los fármacos tuviesen mucho efecto en absoluto y no podía comprender cómo una sustancia química podría producir un determinado pensamiento. No obstante, desde aquel momento la evidencia se ha acumulado cada vez más y además parece estar claro que los pensamientos y conductas suicidas ocurren normalmente en el contexto de un estado de gran tensión y agitación que los fármacos parecen inducir en algunas personas, especialmente los más jóvenes. Parece ser que este estado resulta tan desagradable como para hacer que las personas se hagan daño a sí mismas de manera impulsiva y alguna evidencia sugiere que esto puede conducir también a conductas agresivas.
Como estos efectos no aparecían en los RCTs (ensayos clínicos aleatorizados), fueron ignorados y se hicieron pocos esfuerzos para estudiarlos adecuadamente. Posteriormente, algunos grandes metanálisis, que combinan los resultados de distintos ensayos clínicos, comenzaron a encontrar una asociación entre el uso de los antidepresivos más modernos y los pensamientos y acciones suicidas, especialmente en niños.
El último gran metanálisis realizado por un grupo de investigadores del centro Nordic Cochrane en Dinamarca, confirma la asociación entre suicidabilidad y uso de SSRIs en niños y también encuentra evidencia de una asociación con conductas agresivas en este grupo de edad. (http://www.bmj.com/content/352/bmj.i65). Este es el primer metanálisis en informar de una asociación entre el uso de SSRIs y las conductas agresivas y confirma las evidencias descritas por David Healy y colaboradores en 2006. (http://journals.plos.org/plosmedicine/article?id=10.1371/journal.pmed.0030372).
En mi comentario sobre el estudio subrayo cómo el análisis apunta a por qué se ha tardado tanto en confirmar estos hallazgos. (http://www.bmj.com/content/352/bmj.i217). Los análisis se basaron en datos de estudios clínicos elaborados por las compañías farmacéuticas para obtener la aprobación de comercialización de sus antidepresivos por parte de las autoridades reguladoras. Al estudiar los apéndices de estos informes se observaron muchas incidencias de conducta suicida que no fueron catalogadas como “fectos adversos” en la sección de Resultados de los ensayos clínicos y que como consecuencia no se informó de ello en los artículos publicados.
Se me ha preguntado si creo que esto es evidencia de una conspiración por parte de las compañías farmacéuticas para ocultar la evidencia de los riesgos de sus productos. Puede ser, pero esto también evidencia un fallo mucho más sistémico. El consejo de los principales líderes de la psiquiatría respecto a esto es no hacer demasiado caso y continuar recetando antidepresivos. (http://www.sciencemediacentre.org/expert-reaction-to-antidepressant-use-and-suicidality/). Con pocas excepciones, los investigadores de psicofarmacología no han mostrado ningún interés en estudiar el modo en que estos fármacos alteran las funciones mentales normales y las emociones. Por tanto, sabemos muy poco sobre el estado de agitación que pueden inducir los SSRIs, como sucede a menudo y en qué circunstancias y qué a qué tipo de pensamientos y conductas pueden dar lugar.
¿Por qué esa reticencia a investigar este asunto de forma adecuada? Los conflictos de intereses financieros puede ser una respuesta, desde luego. Pero otros factores también incluirían la inseguridad profesional de los propios psiquiatras y la necesidad que tienen los médicos por tener algo que ofrecer a las personas que hacen cola a diario en sus consultas con la esperanza de un remedio para su malestar. Espero que la difusión que ha recibido este último estudio estimule la investigación y haga que los médicos se lo piensen un poco más antes de coger su talonario de recetas.